Sandra Rengifo
Colombia
Cuerpos errantes. Reflexiones sobre AtmoSphaira de Sandra Rengifo
por Fernando Cuevas Ulitzsch
Colombia
Sin atmósfera no hay vida. Este delgado barniz gaseoso nos permite existir mientras flotamos en el infinito y experimentamos el sabor del chocolate, las cosquillas, el dolor o una naranja.
Experienciar nuestra existencia es la invitación de esta pieza (y en general de las obras de Sandra) a asumir nuestra complejidad, nuestra humanidad frágil, la impermanencia de esa mano temblorosa que indica que estamos vivos. Los sujetos de esta pieza somos todos, insignificantes controladores, enfrentados a un fluir finito en estos cuerpos que expiran, excretando imágenes crocantes, perfectas… megapixeles que no muestran nada.
Así como nuestra atmósfera nos protege de la radiación solar ultravioleta, Sandra y sus cuerpos, por acción de su fuerza de gravedad estética, nos envuelven e invitan a la experiencia vital, a la invocación del acontecimiento.
Esta pieza no en vano surge de la fusión de ἀτμός (atmós) ‘vapor’, o, ‘aire’, y σφαῖρα (sfaira), ‘esfera’, pues lo que nos presenta es un abrazo de energía lumínica capaz de pulverizar lo geográfico y de fusionar Grecia con los páramos colombianos, lo humano con la máquina, el Peloponeso con el Valle del Cauca… invitándonos a trasegar el paisaje con el recurso de la repetición.
Desde que conozco a Sandra, ha creado desde sus cuerpos: su cuerpo teórico, su cuerpo emocional, su cuerpo sensorial, su cuerpo visual, su cuerpo familiar … y muy desde dentro suyo. Sandra ama y concibe proyectos incondicionalmente: desde sus entrañas, sus vísceras, volcando todos sus recursos financieros, vitales, teóricos. Si Sandra escoge parir (arte, amor, cuidado, teoría, alegría) lo hace con todos sus cuerpos y desde todos sus cuerpos.
Este cuerpo triple conjura la simultaneidad de nuestras emociones, señalándonos nuestra miopía vital: somos cíclopes de pantalla; nos invita a enraizar nuestra mirada abrigados por el sonido, errando hacia lo perceptible. AtmoSphaira invoca la contradicción en nuestros organismos -efímeros en el límite entre lo análogo y lo digital- superando lo visible y arropándonos en lo sensible.
Aquí devenimos nebulosa, destello de luz que fecunda la experiencia de la realidad trémula, imperfecta, revelándonos lo sagrado de la impureza tangible; confirmándonos que lo verdaderamente humano, es errar.