Entender e interactuar con la realidad implica disponer una actitud atenta y profunda a sus sonidos, intención que está sujeta a la mediación de sentidos, intereses y poderes, la escucha es ante todo un acto político.

Trabajo en una condición de la escucha en la que como oyente soy testigo, pues los sonidos y silencios son huella inseparable de los acontecimientos que me han rodeado: una casa demolida, un cadáver insepulto, un duelo postergado, un río seco, un canto callado…

El sonido como sustancia sutil, transparente, sin forma y a la vez fuerza vibrátil y dúctil, me ha permitido moldear la experiencia del cuerpo y el espacio dentro de un flujo de intensidades temporales y afectivas. En mi trabajo artístico busco dar tiempo a la escucha para sentir los sonidos y sus interpelaciones, indagar de manera testaruda modos de comprometer el cuerpo en el acto de la escucha, hacer sonar los huesos, hacer que los sonidos vuelvan a pasar por el corazón.

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